martes, 4 de abril de 2017

Blasco de Garay. Marino e inventor español, capitán de la Armada Española


Garay pertenece al elenco de científicos del siglo XVI que aportaron su ciencia e ingenio a la Corona de España en las cortes de Carlos V y de Felipe II. Durante la primera mitad del s. XVI ideó, enunció y se propuso ejecutar ocho ingenios importantes para la Armada española y, por extensión, para la navegación universal.

Blasco de Caray se dedicó a realizar diversas invenciones; entre ellas, un barco de paletas que llegó a hacerse famoso porque hasta tiempos recientes se pensó, sin fundamento, que era el primer barco de vapor.


Retrato de Blasco de Garay
Blasco de Garay fue mecánico y hombre de mar que vivió en la primera mitad del siglo XVI (Barcelona, 1500 – Málaga, 1552) tercer hijo varón de una familia hidalga pero humilde. Alguno le ha atribuido la idea de aplicar a la navegación la máquina de vapor, lo que no resulta probado; pero si que ideó un nuevo sistema de propulsión, consistente en unas ruedas situadas en los costados del navío, a la manera de las de los antiguos vapores, y que varias decenas de hombres accionaban desde dentro, pensando que de esta manera se reemplazaba ventajosamente a los remos.




Hallándose el emperador Carlos V en Toledo a principios de 1539, le dirigió Blasco de Garay un memorial en que exponía ser un pobre hidalgo que habiéndose dedicado al estudió de las ciencias entonces conocidas, y deseando servirle como lo habían hecho otros, y particularmente un hermano suyo muerto en Italia, le ofrecía:

    1° Construir un ingenio para mover los barcos en tiempo de calma sin el auxilio de remos.
        2° Otro para sacar efectos y barcos idos a pique con ayuda de sólo dos hombres.
        3° Para permanecer dentro del agua como encima.
        4° Otro para mantener luz dentro del agua.
        5° Otro para ver los objetos a poca profundidad cuando el agua estuviera turbia.
        6° Otro para hacer potable el agua del mar.
        7° Otro para hacer aguas sin agua.
        8° Otro para hacer un molino a bordo, con otros muchos de esta especie servidos por un solo hombre.

Este memorial pasó al Consejo, y visto su parecer, el Emperador en cédula del 22 de marzo del mismo año 1539 le prometió un premio proporcionado a su servicio si realizaba lo ofrecido en el memorial, y al propio tiempo dio orden a Francisco Verdugo y Diego de Cazalla, proveedor el uno y pagador el otro de las armadas de España en Málaga, para que le facilitasen oficiales de carpintero y herrero con los materiales correspondientes para que ensayara el proyecto número 1.  Si la armada imperial tuviera un artefacto así, ganaría una enorme ventaja estratégica en los mares, tanto para la guerra como para el comercio.

En su virtud pasó Garay a Málaga con el escaso socorro de 40 ducados, y desde allí escribió a los secretarios Juan Vázquez de Molina y Francisco Eraso comunicándoles tener adelantado el ingenio y haber tenido que empeñar su espada y su capa para poder subsistir, por lo cual suplicaba le enviasen socorros y le diesen un barco donde colocar su aparato. Los primeros experimentos tuvieron lugar en Málaga y, subsanados algunos defectos que se habían notado en su funcionamiento, volvieron a repetirse en Barcelona el 17 de junio de 1543, consiguiendo hacer unas tres millas en una hora con “La Trinidad”, una nao portuguesa de 200 toneladas de porte.


Sin embargo, estos resultados no acabaron de satisfacer del todo al emperador Carlos V, quien, no obstante, le asignó al inventor una gratificación de 200.000 maravedíes. Al parecer, la carta y el plano en los que Blasco de Garay describía al monarca su invento desaparecieron cuando la invasión napoleónica de la península. Empero, las cartas que tratan de su ingenio, fechadas entre 1539 y 1541, fueron publicadas en la Biblioteca Marítima Española de M. Fernández de Navarrete (Madrid 1851) y posteriormente en la "Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos", t. III, p. 394, y t. V., p. 207.

En 1552, un hijo de Blasco de Garay, del mismo nombre que su padre, escribía al Emperador, muerto aquél, diciendo estar perfectamente enterado de sus ingenios, y pidiendo cien ducados para la construcción de otro como el de Barcelona; mas no es conocido el resultado que esta solicitud tuviese.

La experiencia de los molinos salió más felizmente a Blasco de Garay, pues dice en sus cartas que se difundió al instante, y pidió privilegio de invención.  Acerca de los demás proyectos contenidos en su primer memorial, no hay noticia de que se pasase adelante, incluso el que tenía por objeto hacer potable el agua de mar; porque, si bien los españoles sitiados en 1560 en el fuerte de la isla de los Gelbes, parece que lograron suplir en parte la falta de agua potable con la del mar desalada por medio de alambique, esta invención se atribuyó a un siciliano perteneciente a la armada española, y en este sentido habló ya el doctor Andrés de Laguna en una obra impresa hacia el mismo año.

El archivero de Simancas, Tomás González Hernández, le atribuyó en 1825 la realización de ciertas experiencias con máquinas de vapor aplicadas a la navegación. Ello dió origen a la “falsa” creencia de haber sido Blasco de Garay el primero en descubrir la aplicación del vapor a las máquinas, un articulo del ilustrado y erudito académico de la historia don Martín Fernández de Navarrete, publicado en su obra Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XVI, publicada en 1825, en la cual se manifiesta que si bien Blasco de Garay no quiso revelar a nadie el secreto del mecanismo que empleaba, pudo observarse no obstante que el aparato tenía por elementos esenciales una gran caldera de agua hirviendo y unas ruedas de movimiento a una y otra banda de la embarcación. Pero años más tarde se puso muy en claro con auténticos y copiosos documentos que todo él se reducía en suma a poner ruedas a las bordas de los buques, movidas interiormente por mayor o menor número de hombres asidos a cigüeñas o manubrios y cuyos rayos hacían las veces de remos.

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