sábado, 19 de noviembre de 2016

Hernando de Soto. Explorador de la Florida y descubridor del gran río Misisipi


Hernando de Soto pasa por ser uno de los conquistadores de origen realmente noble de los que participaron en la conquista de América. Sus antepasados, al menos los de su línea materna, eran hidalgos reconocidos desde tiempo inmemorial y además gozaban de una buena situación económica. Obtuvo el hábito de Caballero de Santiago en 1538 (Exp. 7855). 

Emprendió, en 1539, una expedición de más de 6.000 kilómetros por lo que hoy son diez estados norteamericanos sin hallar los tesoros soñados y con sangrientos conflictos con los nativos.

Se discute si nació en Barcarrota o Jerez de los Caballeros (provincia de Badajoz), pero hay documentos que indican a este último lugar como su cuna en 1500, hijo de Francisco Méndez de Soto, natural de allí, y de la badajocense Leonor Arias Tinoco.

 Al contrario que un gran número de conquistadores, gentes de familias humildes y analfabetos (casos de Francisco Pizarro y Diego de Almagro), Hernando de Soto y Gutierrez Cardeñosa podía presumir de la nobleza de sus ancestros, hidalgos de  fortuna y cultos. Escribía con total soltura, lo que no podían decir los más de sus compañeros. Fue liberal con sus amigos y tenientes, lo que no quiere decir que no persiguiese el oro como el que más, pero sabía como tratar a los hombres y siempre pensaba con suma discreción.

De la juventud de Hernando de Soto poco se sabe. Las primeras noticias fidedignas llegan cuando embarca para las Indias en la nave del que sería gobernador de Panamá,  Pedrarias Dávila, en el año 1514. Participó, en 1522,en la expedición de Gil González de Ávila que descubrió la costa de Nicaragua, y luego, en 1524, en la conquista de este territorio, a las órdenes de Francisco Hernández de Córdoba, fundador de las ciudades de Bruselas, León y Granada en Nicaragua.
Más tarde, y ya por sí solo, exploró la península del Yucatán buscando un estrecho que permitiese el paso del Atlántico al Pacífico En 1532. Fue Gobernador de la isla de Cuba entre 1538 y 1539, año en que parte a la conquista de la Florida.

Escudo de armas de Soto
Todos ellos obraron por orden de Pedrarias Dávila y, en realidad, no se trataba de una misión de exploración, sino de conquista, ya que en Nicaragua se había instalado Gil González Dávila y lo que se pretendía era contrarrestar su influencia.

De Soto estuvo presente en la fundación de la villa de Bruselas, en el golfo de Nicoyá, en la provincia de Nequecheri: en la de León, a la que se designó como capital. Cuando Fernández de Córdoba pasó a Honduras a la busca de un estrecho que les llevara al Mar del Sur, Hernando de Soto recibió la llamada de Francisco Pizarro, en 1534, y marchó al Perú acompañándole en la entrevista con Atahualpa que finalizó con la captura. del Inca, haciéndole prisionero y obteniendo un cuantioso botín. Hernando de Soto, le agradase o no la forma en que se resolvió aquel asunto, era hombre disciplinado y su jefe era Francisco Pizarro; por lo que lo más que pudo hacer, y lo hizo, era pasar largos ratos en compañía del Emperador cautivo, distrayéndole con su conversación, enseñándole a hablar castellano y a jugar al ajedrez, hasta que fue ejecutado.

Más tarde, siempre formando parte del ejército de Pizarro tomó parte en la marcha contra Cuzco y en el saqueo de dicha población, en la que se apoderó de abundantes riquezas. Ya hemos dejado expuesto que no era ajeno, por generoso y noble que fuera, al ansia de oro, común en todos los conquistadores. Una vez terminada la campaña del Perú, decidió regresar a España y durante su breve estancia en la patria, contrajo matrimonio, en noviembre de 1536, con una hija de Pedrarias Dávila, Isabel de Bobadilla. Aprovechó su estancia para obtener una capitulación de la Corona para la conquista de la Florida, a la que se creía un inmenso y rico país.

Morrión. Casco típico de los conquistador
Los conquistadores, guiados por su sed de oro lo creían todo: de ahí las leyendas fantásticas, de ahí la fábula de "El Dorado", de ahí el buscar en medio de las selvas ciudades que no existían, ciudades quiméricas con paredes y cúpulas de oro, de ahí que, en los Andes, se buscara con frenesí la Casa del Sol donde se decía que los suelos de las casas estaban empedrados con piedras preciosas, de ahí la historia de un fabuloso imperio, el de los Omagas, más rico todavía que el de los incas.

Pero la contemplación del cuarto lleno de oro que ofreció Atahualpa por su libertad, los ídolos de metales preciosos, las minas de oro y plata, las perlas de la isla Margarita, tantas y tantas maravillas vieron los conquistadores, que ya nada los maravillaba y llegaban a creer en las suposiciones más absurdas. Nadie había estado en la Florida, nadie exploró a fondo su territorio y, sin embargo, ya se comentaba que era un país riquísimo. Y todos buscaban el oro, con la excepción del viejo Ponce de León, que no buscó allí el oro, sino una quimera: la Fuente de la Eterna Juventud.

Hernando de Soto, zarpó en abril de 1538, con el título, por Carlos I, de Adelantado de la Florida y Gobernador de Cuba, llevando una flota de diez navíos y seiscientos hombres y dos mujeres, aparte de una docena de religiosos y buen numero de sirvientes, más de 200 caballos, una manada de cerdos y una jauría de perros de presa, costeada por él mismo. Desde La Habana salió la expedición en mayo de 1539. Desembarcaron en la bahía de Espíritu Santo, la actual Tampa, y se internaron por el territorio de la Florida en dirección Oeste y luego hacia el Sur, buscando la costa.

Recorrido de más de 6.000 kilómetros de la expedición de Hernando de Soto
Pero los indios se les enfrentaron en una serie de continuos ataques que fue diezmando a los expedicionarios, hasta que llegó un momento en que durante un combate perdieron todo el bagaje y los víveres que llevaban; ello obligó a los supervivientes a tomar la dirección Noroeste y así llegaron hasta el río Misisipi ("El padre de todas las aguas"), a la altura aproximada de la actual ciudad de Menphis. Fue allí, a la orilla de aquel gran río donde murió Hernando de Soto, el 21 de mayo de 1542, a causa de unas fiebres. Sus compañeros, temerosos de que el cuerpo fuera profanado por los nativos prefirieron arrojarlo al río, atado a una gran piedra o tronco a fin de que se fuera al fondo.

De Soto contemplando por primera vez el Misisipi (William H. Powell )
De los escasos supervivientes que quedaban de la trágica expedición, tomó el mando de ellos Luís Moscoso de Alvarado y tras un calamitoso intento de alcanzar la costa por tierra, construyeron una embarcación para salir al mar por el río.

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