miércoles, 25 de febrero de 2015

Hidalgos y Pecheros. Los “Cuantiosos”


Desde la Edad Media, el factor de la Reconquista hizo que Castilla fuese un tanto especial con respecto a otros países y, desde luego, distinta en cuanto a la cuestión feudal se refiere. De ahí que, la separación y estructuración de los grupos sociales no fuese de aplicación tan extrema como ocurrió por ejemplo en Francia o Alemania. 

Además de la nobleza titulada (duques, marqueses, condes, etc.), existían los hidalgos y caballeros (de distintas clases), además del pueblo llano. Estamos ante una división clara de la estructura social: la nobleza y los pecheros, pero, claro está, los matices abundan sobremanera, ya que, por ejemplo, ni todos los hidalgos eran iguales, ni todos los villanos lo eran tampoco. 

En Castilla, el hidalgo era aquel que tenía lo que se conoce como limpieza de sangre, en cuya ascendencia no ha habido casos de judíos ni musulmanes; eran los cristianos viejos. Pero, además, había demostrado tener entronque genealógico con la vieja nobleza castellana.

Casco de hidalgo
El hidalgo Notorio era aquel del cual es conocida su ascendencia noble y el ejecutoriado el que había tenido que demostrar que sus antepasados eran hidalgos. El hecho de que los hidalgos estuviesen exentos de pechar, o pagar los impuestos reservados al estado llano, hizo que la búsqueda de la hidalguía, fundamentalmente los siglos XVI y XVII fuese codiciada, por medios lícitos o, en muchos casos, ilícitos. En realidad la exención del pago de impuestos por la nobleza fue total durante la Edad media, justificándose en el apoyo nobiliario en la Reconquista, pero desde el siglo XVI, la necesidad hace que se vayan creando algunos impuestos que sí deben pagar los hidalgos, como el de millones*, o el de alcabala**.

De todas formas, el peso enorme del pago de los impuestos recaía en la Edad Moderna en los pecheros ¿Quien podía pleitear para conseguir que se le adjudicase el status de hidalgo mediante una ejecutoria? Pues, claro está, los llamados “cuantiosos”. Una carta ejecutoria es, por llamarlo así, la escritura, dada por el monarca, en que se acepta la demostración de hidalguía, y, por lo tanto, se permite el ingreso de la persona ejecutoriada en el Estado Noble. El caballero cuantioso (cualquiera que poseyera un caballo y armas y tuviera determinada hacienda) es una figura sobre todo en las zonas fronterizas con el mundo musulmán.

Los cuantiosos (caballería villana), a quienes, por sostener caballo, armas y hacer alardes, se guardaban los privilegios nobiliarios sin ser nobles, desaparecieron a mediados del siglo XVI. Sin duda, los más afortunados lograron entrar en la hidalguía, mediante la concesión (compra) de ejecutorias de hidalguía, mientras que otros se sumergieron en el estado llano. Básicamente lo que se buscaba era no pagar impuestos o sólo pagar lo exclusivamente reservado a su status, aparte de los beneficios que conllevaba ese estado de hidalgo.


El cuantioso también es aquel llamado, en muchas zonas de Castilla, labrador y/o ganadero rico, y está muy bien documentado, por ejemplo, en el Quijote. Es aquel de quien se servía la Corona en las zonas de Guerra hasta el siglo XV y a quien luego recompensaba (los privilegios que fueron recibiendo con el tiempo acabaron por equipararles con la pequeña nobleza). Esta gente solía disponer de tierras, bienes y dinero, y además, consiguieron, en algunas ciudades, un poder político (alcaldes, regidores, etc.) muy importante desde el siglo XVI. 

* El impuesto de los millones o servicios de millones fue concedido por las Cortes de Madrid a Felipe II en 1590 después de la Armada Invencible, quedando establecida su cuantía en ocho millones de ducados que debían recaudarse en seis años. Reunía una condición extraordinaria, pues afectaba no sólo a los pecheros, sino también a los exentos, aunque se consiguieron privilegios para no contribuir.


** La alcabala fue el impuesto más importante del Antiguo Régimen en la Corona de Castilla que gravaba el volumen de las ventas y era el que más ingresos producía a la hacienda real; pues aunque el diezmo era aún más importante, su perceptor principal era la Iglesia, con participación del rey.

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